Partido asequible, que no fácil, que acabamos convirtiendo en imposible. Tras esta derrota se consuma casi matemáticamente nuestro descenso de categoría.
Nuestra llegada al campo, apurada en el tiempo, no ofrecía una imagen especialmente buena. Nuestras bajas, nuevamente en un partido importante, nuestro ataque que fue poco elaborado, rápido en las acciones, y sin gran peligro para el aro rival, fueron cuestiones trascendentes. Así como la defensa, pusilánime en ocasiones, en demasiadas, y poco concentrada en otras. O simplemente equivocada tácticamente.
De esta manera, recibimos un montón de triples, no creamos peligro en ataque, y la diferencia final se amplió en demasía para lo que es la realidad de uno y otro equipo.
Y el otro protagonista, el árbitro, decidió que no era menester arbitrar, o sólo a ratos, según su criterio cambiaba, según su arbitraje decaía.
Hoy todo se me antojó bien lejos: el campo de juego, nuestro ataque, nuestra defensa, el arbitraje, esta categoría...
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