En el hotel Abando, como aperitivo, consumición y pinchos variados. Y abundantes... En conclusión, antes de comenzar el banquete ya estaban nuestros estómagos bien calentados. Y la comida que quedaba aún por degustar... Y el recuerdo que aún restaba por degustar...
Entraron en el restaurante entre vítores, con esta melodía ambiental, se sentaron, se besaron porque así fue reclamado por la concurrencia, se pusieron de pie, nos dedicaron una alocución como era menester, se volvieron a sentar y... ¡a comer!
La comida digna de nuestro presi, propia de una pareja fabulosa... y mi estómago en overbooking.
Acabado el yantar, tocó el danzar. Eso sí, él sector vasco de los comensales ejerció primeramente su derecho al cubata, que bailar a palo seco no resulta apropiado.
Y así comenzó el bailoteo...
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