Comienza el último cuarto, cada vez hay más fe en la victoria. Personalmente sigo sin creer del todo, quizá mejor, porque eso me mantiene más cauto en las decisiones, o más frío quizá. Pronto nos ponemos siete arriba, y ellos nos devuelven a la realidad con un 0-6 de parcial, que les deja a tan sólo un punto. Y al igual que se suceden, que se alternan los errores en ambos equipos, también lo hacen los parciales. En esta ocasión nos toca a nosotros hacer un 9-0, con puntos de jugadores interiores y un inesperado lanzamiento certero de Rubén.
A cuatro minutos para acabar, y con la máxima ventaja, diez puntos, sí que empiezo a creer un poquito en la victoria. Para entonces mis compañeros de equipo creo que llevan ya tiempo pensando en ésta. Y desde luego Anbotopeko no parece haber dejado de tenerla presente en ningún momento, porque el recital que nos llega a continuación lo deja bien patente.
El 6-14 final, se compone, por los visitantes, de una canasta de dos y de cuatro triples de cinco intentos si no me falla la memoria, tres de ellos de su teórico pívot. Es decir, nos castigan de forma inmisericorde nuestra defensa, nuestro cambio defensivo, el cual estaba 'motivado' por razones más que tácticas, de rotación de banquillo. Fue un error, fue mi error mantenerlo tanto tiempo...
Lo fue porque en frente teníamos a un equipo como éste, que tras casi cuarenta minutos con los mismo cinco jugadores, fueron capaces de 'enchufarlas' como si nada, como si estuvieran más frescos que una lechuga, lo fue porque estos atacan este tipo de defensa con una facilidad pasmosa, y más si no defendemos como debemos hacerlo. Y lo fue, fue mi error, porque produjo un resultado adverso, mas también otras situaciones, otros ataques, otras defensas a lo largo del partido nos provocaron resultados adversos, y todavía sigo sin oír ninguna autocrítica sobre estos errores...
Pompeii
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