En el último minuto, con empate, con nuestra defensa cambiada de nuevo, y con un tiro a tablero de Patxi que nos pone dos puntos arriba, acabamos ganando.
Conseguimos ganar a Anbotopeko, quien van primeros, quien ganó la liga del curso anterior, quien tiene quizá el mejor ataque de la liga, a quien no habíamos ganado desde el año 2002, y sin embargo no tengo la sensación agradable que se le presupone a una gran victoria como ésta. Y tampoco la tenemos todos por lo que compruebo. No sé si sentirme más alucinado con la victoria o con la escasa alegría observada tras ésta.
En cualquier caso esta victoria es de todos, porque los aciertos y los errores fueron de todos; porque las grandes victorias, y las pequeñas también, no suelen ser de uno sólo, sino de un conjunto; quizá por aquello de que esto es un juego de equipo. Y también fue la victoria de Emi y de Mario, quienes aconsejaron la clave que nos dio la victoria: el ritmo. Y también de otros espectadores, que fueron igualmente testigos, como los incondicionales aitas que vienen, o Jorge que también estuvo.
No me marcho con la agradable sensación que merecería una victoria como ésta, mas eso no es óbice para resaltarla y para admirarla. Sí me marcho del colegio sin ver ya en el aire aquella pregunta de por cuánto vamos a perder hoy. En su lugar oigo una voz, la de un veterano, la de un maestro que nos dice: a ver si esto nos sirve para que nadie de un partido por perdido antes de empezarlo. Es la voz de Patxi, la voz de la Victoria
We come alive
Cuidado que no dice tonterías a veces la voz del veterano ese...
ResponderEliminarPero en eso me reafirmo, una y mil veces: sea quien sea, la victoria, que se la gane. Si puede.